Respuesta a René Bautista y su blog: Las emociones están de moda, pero tal vez no existen

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Con René Bautista compartimos no solo parte de nuestra formación académica, sino también varios puntos de vista sobre la ciencia en psicología. Hemos tenido la oportunidad de plantear argumentos en diversos espacios de discusión. En esta ocasión, quiero responder a varias de las afirmaciones que hace René en su análisis de la película “Intensamente” (Inside Out, que en su idioma original podría parecer aún más terrible a los ojos del autor). En este texto, mencionaré algunos puntos de acuerdo, elementos con los que difiero, y plantearé algunas preguntas para enriquecer esta discusión. Este análisis bien podría ser más un tráiler que una película detallada acerca del robusto cuerpo teórico relacionado con las emociones.

La primera afirmación tiene que ver con el título del blog: “Las emociones están de moda, pero tal vez no existen”. Es un título llamativo, en términos de marketing logra llamar la atención y presenta un señuelo difícil de ignorar para los interesados en el tema. Con seguridad podemos afirmar que las emociones son tendencia en la actualidad; no sólo en las películas, sino en los programas educativos, en los discursos políticos y sobre todo en la ciencia.  No es una moda reciente y seguro no será tan pasajera, teniendo en cuenta que es un tema del que se habla desde hace varios siglos y que fuera de perder vigencia se mantiene en el cotidiano humano. El Dr. Bautista usa un “tal vez”, y esta entrada del blog me deja con la sensación que al igual que en “Intensamente” tendré que esperar a la segunda parte donde podamos comprender por qué para el autor hay una ventana abierta a su existencia.

Ya en el cuerpo del texto, hay varios elementos a tener en cuenta. El primero: “Debo confesar que no me gusta la película Intensamente. Pero no sólo porque la considero lenta e inconsistente -no sé si han notado, por ejemplo que, Alegría sufre de tristeza en varios momentos- sino porque considero sumamente peligrosa la lógica que le subyace.” No creo que sea necesario inclinarse a favor de la película solamente por las tendencias de consumo (y haber ganado cerca de 50 premios, entre los cuáles se cuenta un Oscar). Es indudable que hay inconsistencias; las emociones en este caso son personificaciones, que su vez tienen sus propias emociones, cosa que es muy rara. Pero, ¿realmente la película tiene esas pretensiones de verdad o validez científica? O ¿se está juzgando una película infantil como un documental o una “master-class” de psicología? Acá el tema no es sencillo por varias razones; por un lado, está la asesoría científica que han recibido las 2 versiones de esta historia y el cuerpo de conocimiento detrás de esas consultorías, por otro; lo que hace Pixar con esa información y, por último; el uso que se le está dando a la película en contextos de divulgación, intervención y formación.


Esta película ha recibido asesoría de por lo menos 3 investigadores reconocidos; a saber, el Dr. Dacher Keltner, formado en Stanford y profesor en Berkeley,  el Dr. Paul Ekman, profesor emérito de psicología de la Universidad de California en San Francisco, y la Dra. Lisa Damour, psicóloga clínica y autora especializada en el desarrollo de las adolescentes y las mujeres jóvenes.


Dacher y Ekman publican un artículo en el New York Times (https://www.nytimes.com/2015/07/05/opinion/sunday/the-science-of-inside-out.html) y, en la revista Time se publica una entrevista a Dacher, en las que los consultores hacen referencia a algunas de sus pretensiones en la película. Según los investigadores, su tarea consistió, principalmente en responder a algunos cuestionamientos, que serían “el corazón” de la película; por ejemplo,  “¿Cómo gobiernan las emociones la corriente de la conciencia? ¿Cómo colorean las emociones nuestros recuerdos del pasado? ¿Cómo es la vida emocional de una niña de 11 años?” o ¿cuántas emociones existen?”. Según el artículo, uno de los autores sugirió que la película incluyera toda la gama de emociones que ahora estudia la ciencia, pero el director, Pete Docter, rechazó esta idea porque la historia sólo podía manejar un puñado de personajes.


Para Keltner y Ekman las emociones organizan, en lugar de interrumpir, el pensamiento racional. Según los autores, las emociones guían nuestras percepciones del mundo, nuestros recuerdos del pasado e incluso nuestros juicios morales sobre lo correcto e incorrecto, generalmente de maneras que permiten respuestas efectivas a la situación actual. Para lo anterior traen a colación estudios en los que se reporta que cuando estamos enojados, estamos agudamente atentos a lo que es injusto, lo que ayuda a animar acciones que remedian la injusticia, otros estudios, en los que la ira (más que un sentido de identidad política) es la que mueve a los colectivos sociales a protestar y remediar la injusticia. En ese sentido, es clara la intención de los autores de mostrar las emociones como movilizadoras de conducta; cosa que no nos es extraña si pensamos en las movilizaciones sociales que ocurrieron en pandemia o en la estrategia electoral para el referendo de los acuerdos de Paz.


No podemos negar que, en cualquier ejercicio de divulgación de la ciencia, hay un enorme riesgo de trivializar, diluir en exceso o tergiversar lo que dicen las investigaciones. Acá valdría la pena entrar a discutir si vale la pena seguir criticando la precisión científica de la película y su cercanía con las posturas del autor del blog, o si es mejor decantarnos por discutir si el resultado final de las películas Intensamente 1 y 2 les hacen mérito a las sugerencias de los autores, o si incluso sería más interesante discutir directamente los postulados de Keltner, Ekman y Damour.


Otro elemento interesante que se vislumbra en este blog, es quiénes hace uso de esta película y con qué intenciones. Las películas desde hace muchos años han sido aliadas de la psicología, ya sea desde la divulgación, ejercicios pedagógicos o de la práctica psicológica en sí misma; sin embargo, es claro que en redes sociales varios “divulgadores” vienen diciendo cualquier cosa sobre las emociones, afirmaciones superfluas, que tienen en cuenta solamente sus interpretaciones de la película, sin hacer referencia a las teorías de base y las investigaciones pertinentes.


En ese sentido René dice algo, que podría ir en esa línea: “La lógica es peligrosa”. Estoy de acuerdo en que es una película que promueve, de alguna manera, el “solipsismo”; la idea de que lo que existe es aquello de lo que soy conciente, y que esa conciencia, a su vez, se podría atribuir a una metáfora de las funciones del cerebro. Lo que no me queda claro en esta frase en para quién y en qué sentido es peligrosa la película. ¿Tendrá que ver con esta afirmación? “Qué diferente sería esta convivencia nuestra tan estropeada, si cambiáramos esta lógica y dejáramos de echarle la culpa a las cabezas de las personas por aquello que sienten.” Pero, ¿Qué convivencia nuestra y de qué forma está estropeada? En este punto quisiera saber cuál es la evidencia que soporta esta idea y por qué sería diferente nuestra convivencia si asumiéramos un enfoque menos “mentalista” quizá. Adicionalmente, esta “lógica” ¿aplica para diferentes culturas o es un tema meramente occidental?


Pasando a otro punto: “qué diferente sería si asumiéramos lo que parece indicar la psicología contemporánea y es que las emociones no existen en la realidad, sino en los ojos de Descartes o de las teorías maltrechas que usan los asesores de los creadores cinematográficos”. En las discusiones curriculares, con frecuencia se llega a una encrucijada entre los docentes de distintas posturas, y es que si podemos hablar de “la psicología” o “las psicologías”. Cuando el autor dice que la “psicología contemporánea” parece indicar X, siento que entra en un vicio argumentativo, al atribuir al todo, propiedades de una parte, ¿se refiere a toda la psicología actual? y si es así, ¿cómo ha sido el desarrollo de esa enorme conclusión? 


Desde algunas investigaciones que he acompañado, los resultados nos indican que vale la pena tomar distancia de propuestas como la de Ekman o Baron-Cohen, también es claro que la teoría de Ekman ha generado una sombra sobre otras propuestas y que pareciera que fuese la única forma de entender las emociones, también es claro que es un campo sobre el que hay más dudas que certezas, en el que desafortunadamente no hay un lenguaje común o definitivo, pero de ahí a considerar que son teorías maltrechas, me parece una generalización apresurada.  


René, en su línea de argumentos, propone una salida: “nos encontramos ante un genuino reto de innovación: vernos y ver a los demás con ojos completamente distintos. […] dejar de asumir que cuando hablamos de emociones no nos referimos a cosas que nos controlan internamente, sino que hablamos más bien de episodios completos y diversos con poco en común, así como cuando digo que me sorprendió un regalo o un ladrón.Estamos de acuerdo en que nombrar algo no implica su existencia, en que tendemos a generar entes que controlan nuestras acciones y en que las emociones son procesos complejos. Desde mi experiencia (seguramente poca) en el estudio de emociones, uno de los temas que más me genera ruido conceptual y metodológico es la denominación de las emociones, y tal vez su ejemplo sea un caso de categorización “maltrecha”; poner en la misma categoría elementos que deberían estar en categorías diferentes (“sorpresa” para las dos situaciones). Si vamos a los puntos en común de los casos; en ambos encontramos un escenario donde el sujeto recibe una estimulación que no podía predecir y que por su historia de aprendizaje, tiene una alta carga afectiva, adicionalmente, podríamos encontrar elementos en común a nivel fisiológico y en el reportorio de movimientos y pensamientos; de hecho hay muchas cosas en común.


Volviendo al tema de la consultoría y el rol de las emociones. En los artículos del NY Times y Time los asesores científicos de la película reiteran la idea de incluir la utilidad de las emociones en la vida cotidiana. René dice: “aquello que tenemos que aprender a regular es nuestro entorno y no nuestra furia o nuestra vergüenza, y que eso no se logra respirando profundo y contando hasta 10.” Para esta afirmación me gustaría saber ¿para qué debería buscar regular mi entorno? ¿con qué fin? En este caso me voy a atrever a suponer que el fin es: mi propio bienestar. Seguramente en muchos casos sea apropiado regular mi entorno para facilitar mi bienestar, en terapia se aprenden estrategias relacionadas con esta idea, pero ¿todos los entornos son regulables? ¿Tengo control sobre todos los eventos que estarían en contra mi bienestar? Si no es así, ¿qué es lo que debería regular?


Sobre la regulación emocional hay toneladas de desinformación y falsos gurús, pero otra estrategia muy bien definida y soportada que se aprende en terapia es modificar, “regular”, nuestras formas de reaccionar ante ciertos eventos. Podemos cambiarle la etiqueta; sin embargo, reconocer las sensaciones, conductas aparentes y no aparentes, darles un nombre y modificar las reacciones ante ciertos estímulos es de gran utilidad en varios procesos terapéuticos.


Para finalizar, quiero hacer referencia a la última frase: “Qué diferente sería todo si nos atreviéramos a pensar que las emociones existen solo en el mismo sentido que los unicornios. Tal vez así ya por fin pueda descansar al buen Descartes.” Esta es una analogía que no se puede aplicar y que rompe con el esquema argumentativo; no creo que haya reportes equiparables en filosofía, fisiología y psicología con respecto a los unicornios como los hay respecto a las emociones. Podríamos imaginar o recrear unicornios que se emocionan, como ocurre en animales reales, sobre estos últimos, se suman una gran cantidad de investigaciones en el tema y se vienen dando desde hace varias décadas.  


Espero ver a René en algún espacio para carraspear mi garganta cada vez que usted exprese contenido proposicional asociado a categorías emocionales y diga: que rabia con los formatos, odio al evaluador 2, estoy ansioso por lo que viene o qué alegría de verlos, por ahora las emociones seguirán existiendo y de moda.  

 


Comentarios

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  2. Gracias profesor Jorge por tan detallada argumentación. Cuando leí el artículo de René mencionando que las emociones tal vez no existen, me lleve gran sorpresa como estudiante de psicología. Existen tantos enfoques e información que constantemente me cuestiono lo que estoy estudiando (a veces no se qué es real). Lo cual aunque funciona como ejercicio de pensamiento crítico genera bastante confusión. Por lo que observar a dos de mis grandes profesores exponer sus opiniones, no solo aclara y genera una guía hacia donde seguir investigando como estudiante, si no que lleva el debate a donde es más necesario: las redes sociales y la sociedad "de a pie".

    No olvidaré las palabras del profesor Jorge en las exposiciones: "Deben ser más convincentes que los influencers, ya que ustedes tienen la información verídica basada en ciencia"

    Y es que es precisamente una lástima que tanta información tan valiosa quedé rezagada en la academia, o en revistas científicas que además de los curiosos, los estudiantes e investigadores nadie lee...

    Seguramente la sociedad en general preferiría un tik tok o una película, por más desinformación que genere a que afrontar la incomodidad y el esfuerzo de constatar los hechos... Por lo que los profesionales debemos utilizar los medios más eficientes para expandir la divulgación científica a los medios actuales donde se concentra la mayor población

    ¡Espero poder verlo más activo en redes sociales! Gracias por la entrada de blog!

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    1. Hola Catalina! Me alegraron mucho tus palabras y el análisis que haces, en ocasiones es duro ver a buenos estudiantes entrar al lado oscuro del like fácil y de promover el pensamiento pseudocientífico, pero también alegra que haya quienes tomaron el mensaje de pensar criticamente, un abrazo, y trataré de ser más activo académicamente en redes.

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